*El presente texto representa la versión escrita del discurso pronunciado el 13 de septiembre de 2008 por Rafael Valero Herrera, vicepresidente de la Asociación Hisn Atiba, con motivo de las IV Jornadas de Sir James Douglas.
Estimados vecinos y amigos:
Las anteriores Jornadas de Sir James Douglas se habían centrado, como no podía ser de otra forma, en la figura inefable de nuestro apreciado conde escocés y en los hechos y circunstancias que lo trajeron al singular acontecimiento que supuso la ya legendaria batalla de Teba.
Tal vez por ello en los discursos conmemorativos se había pasado casi de puntillas por la Historia de la otra mitad de los protagonistas; la de aquellos que lucharon contra las tropas cristianas comandadas por Alfonso XI entre las que se encontraba el bravo Sir James. Me refiero, claro está, a los que fueron últimos descendientes en nuestras tierras de la riquísima civilización musulmana, tan pródiga para nosotros en monumentos, yacimientos, costumbres, léxico y tantas otras manifestaciones culturales.
De justicia es, por tanto, que en estas Jornadas de 2008 hagamos una especial referencia a las gentes nazaríes que poblaban Teba-Atiba en 1330, a los valientes soldados granadinos que vinieron a socorrerla y, en fin, a las circunstancias que rodearon tan grande acontecimiento desde el otro campo de la batalla.
-Cartel de las IV Jornadas de Sir James Douglas-
Pero para comprender las circunstancias que se daban en nuestras tierras en esas fechas habría que retroceder más de un centenar de años, algunas décadas antes de que en 1232 el propio Muhammad I fundara la dinastía nazarí, proclamándose sultán en Arjona. En esos momentos en que gobernaban Al-Andalus los sultanes almohades, ante las constantes acometidas de las tropas cristianas del norte, se decidió reforzar buena parte de las fortalezas andalusíes dotándolas de poderosas construcciones defensivas. Es, precisamente, de esa época de la que datan las principales estructuras poliorcéticas de nuestro Castillo (la barbacana, la torre albarrana, etc.). Todas esas protecciones fueron ampliadas y mejoradas en las primeras décadas del reino nazarí cuando tras las conquistas de Fernando III y Alfonso X el territorio granadino se viera constreñido a poco más de lo que hoy día es Andalucía Oriental y, consecuentemente, Teba quedara como plaza fronteriza en lo que, según Virgilio Martínez Enamorado, debía ser la marca inferior del reino de Granada.
En estas circunstancias ha de buscarse el porqué de la amplísima extensión que tuvo el Castillo (25.000 m2) y es que, como sucedía en otros lugares de las fronteras musulmanas, la dispersa población rural de las alquerías que se multiplicaban por las tierras de los alrededores, encontraban un inmejorable y necesario refugio en la amplia extensión amurallada de castillos fronterizos como el de Teba.
Todas estas circunstancias nos hacen tener una idea de las amplísimas dificultades con las que habían de encontrarse año tras año los tebeños de la época, sufriendo en carnes propias la quema de sus cosechas, la necesidad perenne de la huida cada ciertos meses y, en fin, mil y una dificultades para las que bien vendrían las palabras que el célebre historiador Ibn-al-Jatib utilizara para referirse a la también fronteriza población de Vera cuando la describe como “lugar de rebato, cuyos defensores tienen innumerables méritos: es una villa donde el enemigo ataca sin cesar, donde la gente vive en constante temor y alarma”.
Por supuesto el momento álgido de tan difícil situación para los lugareños debió llegar cuando el rey castellano Alfonso XI, en el momento culminante de su “cruzada” contra Granada decide, probablemente en la propia primavera de 1330, que ese verano había de ser la conquista de la que, hasta ese momento, era la inexpugnable plaza fuerte de Teba. Desde allí, prevería, los ataques contra la algarbía malagueña y contra la rica vega de Antequera habrían de resultarles mucho más fáciles.
Los comienzos de aquel verano debieron ser terribles para los tebeños; las razzias y las quemas de cosechas preparatorias de la acometida cristiana proliferarían por las alquerías y el hambre, con toda probabilidad, debió hacer mella en los musulmanes. Desde Nina, la vega del Guadalteba y otros lugares acudirían familias enteras hacia el Castillo cada vez que una de las torres de Atalaya de los alrededores (Torrecilla, Lentejuela, etc.) advirtiera de las cabalgadas enemigas. Cuando el 7 de agosto comenzó formalmente el asedio al Hisn Atiba, su interior debía ser un hervidero de gentes de toda la comarca que con sus escasas pertenencias estarían acampadas por toda la explanada interna del recinto.
-Fotografía de La Torrecilla-
Conocedor del comienzo del asedio, a los pocos días de su inicio enviaría el sultán Muhammad IV al otro gran personaje mítico de la Batalla de Teba: el gran sayj benimerín, el caudillo militar africano que tantas veces había puesto en jaque a las tropas castellanas: Abu Said Utman ben Abi l-Ulal, más conocido entre sus enemigos cristianos como Ozmín.
Sin duda la presencia de éste, que montó su campamento en la cercana fortaleza del Turón, debió significar un momentáneo alivio a los sitiados. Primero por la fuerza moral de saber cerca a tan celebérrimo general y, sobretodo, porque las acciones de éste tuvieron entretenidos a los sitiadores durante un buen puñado de días.
No conocemos con certeza las fuerzas con las que contaba Ozmín aunque, obviamente debieron ser bastante inferiores a los que presentaban los cristianos porque en ningún momento pretendió el benimerín plantar combate abierto contra estos. Posiblemente por esta misma circunstancia se decidiría a emplear contra el enemigo las mil y una artimañas que sus reducidas posibilidades le permitían. En multitud de escaramuzas muy parecidas a lo que hoy conocemos como guerra de guerrillas, Ozmín ocasionó importantes pérdidas a sus adversarios y lo que debía ser muy importante: una gran desmoralización debió cundir en los campamentos sitiadores. Una de las tácticas más usadas por los granadinos y la que seguramente tuvo como consecuencia la conocida muerte de Sir James Douglas fue la que el Infante Don Juan Manuel, en su conocido “Libro de los Estados” denomina como “torna e fuye” utilizada en los casos en que los cristianos atacaban con cierto desorden y en no muy alto número. Ello propiciaba revolverse, rodear y aplastar al enemigo.
La suerte volvería a ser adversa para los tebeños sitiados cuando a Ozmín le falló una de sus estratagemas. Pretendió atraer al grueso de las tropas cristianas hacia el Guadalteba apostando una parte de su ejército junto al río. Con la mayor parte de las huestes musulmanas atacó, entretanto, el campamento cristiano, pensando en que éste estaría desprotegido. Pero Alfonso XI no cayó esta vez en la trampa y pudo, por fin, enfrentarse al norteafricano frente a frente. Éste, sabedor de sus escasas posibilidades de victoria, huiría precipitadamente a sus campamentos del Turón.
-Castillo del Turón-
Tal vez no hubiera sido ésta la última posibilidad que les quedara a los tebeños si Ozmín no hubiera caído gravemente enfermo tras esta escaramuza, pero el astuto soldado tenía sus días contados y tuvo que retirarse a Málaga donde moriría sólo unos días después.
Con ello la suerte de los tebeños quedó echada y, al fin, el día 30 de agosto de aquel año de 1330, tras más de seiscientos años de pertenencia a Al-Andalus, las tierras de Teba pasarían a la órbita castellana.
Nada dicen las crónicas sobre la suerte general que corrieron los cientos, tal vez miles, de refugiados y defensores que se encontraban en la fortaleza. Por noticias indirectas se conocen casos de algunos que consiguieron huir como el matrimonio de la fatua de Al-Wansarisi, en el que se refiere lo precipitado y precario de la huída del Hisn Atiba. El trasvase de los huidos hacia el interior del sultanato (Hoya de Málaga y Vega de Antequera) debió ser un hecho según Virgilio Martínez Enamorado. Tal vez muchos otros no tuvieran tal suerte. En todo caso considero de justicia, también, tener presente las vicisitudes de aquellos sobre los que nunca cuentan nada las crónicas bélicas y sumar sus vivencias, siquiera presentidas, a los épicos hechos que trajeron a nuestras tierras, para converger en un tiempo y un lugar, a tan sensacionales personajes de nuestra Historia Medieval. Y con ello espero que hoy sigamos recordando a Sir James Douglas…pero también al gran Ozmín y al sufrido pueblo musulmán de Teba.
Muchas gracias.
Rafael Valero Herrera
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