*El texto que presentamos ha sido publicado originalmente en el libro publicado en 2018 con motivo del II Certamen de Historia de Teba. Sus autores son tres jóvenes investigadores tebeños: Escalante es Técnico Historiador en el Ayuntamiento de Teba, mientras Ruíz y Burgos se encuentran cursando estudios de Bachillerato.
-Los autores del artículo-
Un jurado compuesto por Dª Saturnina Hoyos Pinto, D. Juan Fuentes Guerrero y D. José Berdugo Romero emitió el siguiente dictamen: "Este jurado considera por unanimidad que el primer premio a la línea de relato corto debe concederse al trabajo titulado “LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN TEBA”, presentado por los investigadores José Carlos Escalante Gil, Juan Antonio Ángel Ruíz y Alejandro Burgos Escalante. En dicho trabajo sus autores efectúan una breve introducción a algunos aspectos referidos al periodo del conflicto bélico franco-español en nuestro pueblo, enmarcando el mismo en su debido contexto histórico supralocal. A través del estudio de algunos documentos procedentes, principalmente, del rico Archivo Histórico Municipal, los autores ofrecen interesantes pinceladas sobre los hechos bélicos propiamente dichos, la situación económica y social del pueblo, la estructura administrativa y las personas que la componían, etc.
El artículo cumple con los criterios indicados en las Bases para ser merecedora de la obtención del premio ya que presenta un adecuado rigor académico; su temática es novedosa al conocerse pocos hechos de esta época histórica; las fuentes utilizadas para apoyar el texto corroboran lo señalado en el artículo y las conclusiones aportan conocimiento histórico. Desde aquí pedimos a los autores que continúen el estudio de una época determinante para la formación de nuestra sociedad actual cual es el siglo XIX y que, para ello, intenten sacar todo el jugo posible, que es mucho, a nuestro rico Archivo Histórico Municipal"
-Recreación histórica de un episodio de la Guerra de la Independencia-
Resumen:
El presente trabajo se trata de un breve relato sobre la Guerra de la Independencia en Teba, realizando una introducción a la sociedad española y tebeña de principios del s. XIX. Este breve estudio supone una introducción a un tema, que en la localidad tebeña se encuentra olvidado, siendo uno de los propósitos, el que sirva como base e incentivo para nuevos estudios en esta materia.
CAPÍTULO I
LA ESPAÑA DE FINALES DEL SIGLO XVIII Y PRINCIPIOS DEL XIX
En las últimas décadas del siglo XVIII, España se enmarcaba en el denominado Antiguo Régimen, con una forma de gobierno como era el Absolutismo monárquico, con la concepción patrimonial del Estado. Hay que entender, que España en esta época, siempre estuvo en el vagón de cola de las tendencias políticas e institucionales europeas, por lo que, como ocurría en Europa pero salvando las distancias, la burocracia, con una burguesía incipiente, intentó tener un mayor peso político y social. Pero la realidad nos dice que diferentes ámbitos de la administración escapaban a ese gobierno real, debido a la variedad de fueros territoriales (de los que aún hoy día algunos se mantienen (1)) y personales, además de sistemas fiscales diferentes, según los antiguos reinos de la Corona de Castilla y la Corona de Aragón. Por lo cual, vemos como esa burocracia no pudo acabar con los particularismos, variedad y privilegios del Estado español, circunstancia que provocaba que la Corona recurriese en continuas ocasiones a transacciones con otros grupos poderosos, como la nobleza señorial y las élites locales y provinciales (Castells y Moliner, 2000, 15).
De esta manera, aunque a priori la estructura social seguía siendo propia de una sociedad estamental (desigualmente jurídica), la realidad de la sociedad española hay que comprenderla teniendo en cuenta los factores de movilidad social que existían en la misma, y que permite hablar de un ejercicio del poder político protagonizado por oligarquías meritocráticas y mesocráticas, lo que favoreció el desarrollo de las clases medias (Castells y Molliner, 2000, 15). En 1797, España contaba con alrededor de 10’5 millones de habitantes, con una población que ya no se encontraba polarizada entre nobles y campesinos. La sociedad se había diversificado, el desarrollo del comercio y la agricultura, junto con a la burocratización habían sido los catalizadores de la diversificación de las rentas, y la creación de una nueva clase social de notables que se disputarían los primeros escalafones de la sociedad en contraposición a las clases campesinas, generalmente desposeídas de la tierra (Castells y Molliner, 2000, 16).
Para entender mejor la sociedad de la época que estamos tratando, arrojaremos varios datos extraídos de Castells y Molliner (2000), que nos dicen que en 1797 el 65 % de la población activa estaba dedicada al sector agropecuario, el 12 % al sector industrial y el 22 % al sector servicios. Estos datos revelan una población dependiente del campo, y a merced de los vaivenes meteorológicos, condicionantes del rendimiento agrícola, y las respectivas hambrunas que ello provocaba.
La organización jurídica de la tierra determinaba las relaciones sociales, configurándose la denominada agricultura señorial, provocando que más de la mitad de las tierras productivas estuviesen bajo jurisdicción señorial. Además, dos tercios de la propiedad territorial estaban amortizadas como bienes eclesiásticos o de los municipios y vinculada a mayorazgos, quedando fuera del mercado. Los señores tenían derechos señoriales sobre los campesinos asentados en sus tierras, quienes, además, pagaban por ellas en virtud de los diferentes contratos agrarios. Eso sí, la distribución de la tierra era diferente según la zona, ya que mientras en el norte el porcentaje de jornaleros era inferior al 25 %, este iba aumentando conforme más al sur nos íbamos, hasta llegar a Andalucía alcanzando hasta el 70 % en zonas de Sevilla, Córdoba y Jaén (Castells y Molliner, 2000, 17).
CAPÍTULO II
TEBA A COMIENZOS DEL SIGLO XIX
Son pocos los datos con que contamos para poder describir la sociedad de tebeña de principios del siglo XIX, pudiendo solo consultar en el Archivo Histórico Municipal de Teba las Actas Capitulares de los primeros años de esta centuria, y algunos documentos sueltos de poca relevancia. Pero a pesar de la poca información de la que se dispone de este tiempo, en las diferentes Actas capitulares que hemos podido consultar, se puede vislumbrar a grandes rasgos la idiosincrasia de la población tebeña.
Una población parecida a la del resto del ámbito rural del sur español, donde destacaba por encima de todo la agricultura y la ganadería. Con una clase más pudiente y acomodada, terrateniente de las tierras que no pertenecían al común y al clero. Esta pequeña parte de la sociedad tebeña era la encargada de controlar los intereses del pueblo, ocupando los puestos de poder de la Casa Consistorial, destacando en la mayoría de ocasiones la firma de los Hinojosa, casi siempre ocupando el puesto de Alcalde.
En contraposición nos encontramos con otra clase jornalera, que vivía en condiciones precarias, dependientes de los designios de las clases dirigentes y de las adversidades climáticas, condicionantes de la actividad agrícola.
En estos años cabe destacar la construcción de una infraestructura que en nuestros días da nombre al también conocido como Tajo de Torró, que es el molino de harina que se encuentra en el cañón que el río de la Venta forma al paso por este punto. Según se refleja en una carta adjunta al Acta capitular, con fecha de 28 de enero de 1804, Dña. Ana Victoria Durán, viuda de Francisco de Torres Linero, solicitaba el beneplácito de los regidores del Ayuntamiento de Teba para la construcción de “un molino harinero en la falda del Tajo que llaman de la Hoz de este término” ya que “el terreno que haya de ocupar y por donde es preciso exigir el cauce sea de la propiedad de esta Villa”.( 2)
La prueba de las penalidades vividas por el común de la población tebeña la encontramos reflejada en cada una de las Actas capitulares realizadas a lo largo del verano de ese mismo 1804. Ya el 20 de junio se reflejaba la preocupación por el hambre y la falta de grano que sufría el pueblo, acordando la creación de una “Junta de Hombres Buenos”, presidida por un tal Diego Benítez, por la compra que había realizado para el pueblo en ocasiones anteriores de hambruna. Esta Junta tenía como fin que se llevase a cabo un uso responsable de las escasas reservas de grano que había en el pueblo.
Ocho días más tarde se volvía a dar la voz de alarma por parte de esa “Junta de Beneficencia”, pidiendo socorro por la falta de grano para abastecer a los panaderos de Teba y sus pueblas. De aquí en adelante, la solución al problema fue la petición de grano a Málaga, e incluso a otros puertos cercanos como Marbella o Estepona. Este problema es de tal magnitud en la población, que el mismísimo Conde de Teba, que en aquellos años residía en Madrid totalmente desconectado de la realidad de su condado, se interesó e intentó dar solución al asunto.
CAPÍTULO III
LOS SUCESOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
El precedente a la Guerra de la Independencia lo encontramos en el Tratado de Fontainebleau, firmado el 27 de octubre de 1807, por el que España permitía a los franceses pasar por territorio español para la invasión de Portugal, dejando expresamente reflejado el respeto al territorio español.
Antes de entrar en una resumida secuencia de los más importantes hitos dentro de la Guerra de la Independencia, para una mejor comprensión del conflicto en la región andaluza, sería bueno comentar que este conflicto, como fenómeno histórico comprende dos fases bien diferenciadas ideológica, militar y socialmente hablando. Por una parte, se distingue una etapa que podríamos llamar como patriótica, coincidiendo con los años 1808 y 1809 cuando la vida andaluza está mediatizada por los patrióticos efectos de la victoria de Bailén y la creencia esperanzadora de expulsar a los franceses del suelo peninsular. Por otra parte, tenemos la segunda etapa, de presencia francesa en nuestras tierras, que comprende desde 1810 a 1812 cuando la región permanece bajo dominio bonapartista.
En lo que respecta al conflicto en sí, ya en 1808, entre el 17 y 19 de marzo se dio el motín de Aranjuez, por el que Carlos IV abdicaba en Fernando VII, que el 20 de marzo se exaltaba como rey de España, aunque Carlos IV se retractó de la abdicación, dándose la extraña circunstancia de que España tuviera dos reyes, padre e hijo, en pleitos por la corona española. Consecuencia de esto, a finales de abril, los dos contrincantes se reunían en Bayona con Napoleón, donde Carlos IV firmaba el 2 de mayo una carta donde negaba la abdicación en Aranjuez, y un tratado donde cedía el trono de España e Indias a Napoleón. Fernando VII, desconocedor de esta circunstancia devolvía la corona a su padre, quedando así la corona transferida a Napoleón, quien proclamó rey a su hermano José el 6 de junio, firmando posteriormente el Estatuto de Bayona a modo de constitución.
Fue el 2 de mayo, antes de formalizarse las renuncias de la familia real española, cuando se produjo el levantamiento popular, iniciado por el manifiesto del Alcalde de Móstoles, que rápidamente se propagó por Extremadura y Andalucía. El 9 de mayo se producía el levantamiento en Oviedo, con las autoridades en la cabeza, declarando solemnemente la guerra a Napoleón, siguiendo este ejemplo la mayoría de ciudades no ocupadas por los franceses. Posteriormente, el día 25 se constituía la Junta Nacional para dirigir el alzamiento: se organizó un ejército y se mandaron comisionados a Inglaterra para pedir auxilio.
En el caso de Andalucía la insurrección la van a monopolizar las Juntas, que tendrán el poder que tenía el rey, siendo un movimiento revolucionario. En Sevilla surgió la primera junta del país, el 27 de mayo de 1808. La revuelta sevillana fue apoyada por militares y la clase alta, que constituyeron la Junta Suprema de España e Indias. Esta junta nació con la intención de convertirse en el centro del poder del país y dirigir las operaciones militares. Logró impulsar la formación de juntas subalternas como las de Ronda, Jérez, Carmona...
La primera gran victoria fue en la Batalla de Bailén entre los días 19 y 22 de julio de 1808, donde se obligó a las tropas francesas a salir de Andalucía. En este caso es la Junta de Sevilla la que organice esta victoria militar.
Entre finales de julio de 1808 y finales de 1809 no hubo conflictos en la región andaluza. Ahora bien, tuvo lugar un suceso de mucha relevancia política: se constituyó la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino en Aranjuez, el 25 de septiembre de 1808, que reemplazó a las instituciones tradicionales, como por ejemplo de Consejo de Castilla. La Junta Central fue incapaz de organizar la defensa, por lo que no pudo parar al ejército napoleónico, teniéndose que trasladar a San Fernando, donde a principios de 1810 se disolvió. Fue sustituida por el Consejo de Regencia, organismo que posteriormente convocó las Cortes de Cádiz.
A principios de noviembre de 1808 Napoleón cruzó el Bidasoa, comenzando así los éxitos del ejército francés. Tras la victoria de Ocaña (Toledo), el 19 de noviembre de 1809, tiene el camino abierto para entrar en Andalucía. A comienzos de 1810, José I, junto con el mariscal Soult, atraviesa Despeñaperros y rápidamente consigue casi todo el territorio excepto Cádiz.
Cádiz quedó como el único reducto, aunque los franceses no lograron controlar totalmente algunas zonas, como es el caso de la Serranía de Ronda, en buena parte por la organización de guerrillas, levantamientos espontáneos de partidas que luchaban sin las reglas de la guerra en campo abierto contra los ocupantes franceses. La base social era muy amplia, llegando a todas las capas sociales, participando sobre todo el mundo rural y el clero; algunas de las partidas tenían como objetivo primordial el pillaje, mermando así las fuerzas del ejército francés.
La ayuda británica fue importantísima, ya que logró que las juntas andaluzas aceptasen la primacía de la de Sevilla. Además, dio un apoyo logístico decisivo en el devenir de la guerra desde Gibraltar y Cádiz. De este modo, a partir de 1811, y sobre todo, ya en 1812 el ejército napoleónico se vio obligado a retirarse paulatinamente, hasta su expulsión final en 1814. En esta etapa de la guerra destaca el general inglés Wellington y sus victorias en Arapiles o Vitoria (de Diego, 2008)
Graves fueron las consecuencias de este conflicto para las maltrechas arcas del Estado, además, para una población que ya venía siendo maltratada por la precariedad de la vida en los estratos bajos de la sociedad.
En lo que respecta a las consecuencias económicas, además de los gastos que conlleva una contienda de tales dimensiones, lo más grave es que se quiebran las relaciones comerciales con las colonias, afectando sobre todo a Cádiz y Málaga. Además, el trascurso de la Guerra de la Independencia supuso la quiebra del antiguo sistema económico del Antiguo Régimen, y la implementación de las bases de un nuevo sistema económico, como fue el capitalismo. Políticamente hablando, podríamos destacar la creación de las Cortes de Cádiz, con la redacción de la Constitución de 1812, una constitución liberal, alejada de la realidad conservadora de la España de esos años, que posteriormente sirvió como modelo para otras constituciones, incluso en el exterior en contextos de movimientos liberales.
CAPÍTULO IV
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN TEBA.
Si se ha hecho difícil el estudio de la sociedad tebeña en los comienzos del siglo XIX, más difícil se hace aún cuando nos adentramos en los años de la Guerra de la Independencia, ya que se han eliminado (en un momento indeterminado) las Actas capitulares, y solo se conserva alguna correspondencia entre las autoridades francesas (en el momento de ocupación) con el Ayuntamiento de Teba.
Pero con respecto a este aspecto, no hay que echarse las manos a la cabeza, pensando que el caso tebeño sea algo extraño y desgraciado. Bien es verdad que las fuentes documentales de la etapa patriótica (1808-1809) son relativamente abundantes en algunos archivos históricos locales. Pero no sucede lo mismo con los documentos correspondientes a la fase de la ocupación napoleónica (1810-1812), encontramos grandes mutilaciones, fruto del miedo a las implacables represalias de posguerra. Gran parte de los actores que no pudieron o quisieron exiliarse con la Armée du Midi, no encontraban otra medida protectora ante la posterior represión patriótica, y luego fernandina, que destruir todo rastro que pudiera indicar un mínimo protagonismo personal durante aquellos años napoleónicos. A esto hay que añadir el expolio de los soldados imperiales durante su retirada de Andalucía y la depredación del paisanaje tras la evacuación francesa (Díaz Torrejón, 2005, 95)
Este hándicap provoca que no podamos conservar nombre ni indicios de aquellas personas y familias que coparon el poder de las administraciones tebeñas durante el período de la Guerra de la Independencia.
En cuanto al comienzo de las hostilidades y la llegada del ejército francés no podemos dar una fecha exacta, sino que tenemos que aproximarnos teniendo en cuenta la toma de localidades próximas de las que si tenemos fechas exactas. Si que sabemos que los primeros conflictos militares sucedieron lejos de tierras tebeñas, cabe recordar que la famosa Batalla de Bailén supuso el repliegue del ejército francés hacia el norte hasta la posterior derrota patriótica de Ocaña el 19 de noviembre de 1809.
José I Bonaparte, como consecuencia de esa victoria sobre el ejército patriótico en Ocaña, iniciaba una gran ofensiva el 20 de enero de 1810, adentrándose por Sierra Morena y ocupando rápidamente todas las capitales, a excepción de Cádiz, tomando Málaga el 5 y Ronda el 10 de febrero (Reder Gadow, 2007, 385). Por lo cual, irremediablemente, Teba tuvo que ser ocupada, presumiblemente sin oposición alguna, entre los días 20 de enero y 10 de febrero de ese 1810.
De momento no tenemos datos que nos revelen los nombres de aquellas personas que coparon los puestos del Ayuntamiento de Teba, pero sí que el AHMT atesora una orden firmada a 26 de diciembre de 1810 para la “elección de formalidades” afines al régimen bonapartista. De esta forma vemos como el nuevo régimen imperante en la zona se encargó de depurar aquellos cargos que no les eran afines, sustituyéndolos por personalidades cercanas a ellos.
Difícil debió de ser la vida durante la ocupación francesa en Teba, ya que además de las penalidades que la población venía viviendo anteriormente al comienzo de las hostilidades, ahora hay que sumarle las peticiones del ejército bonapartista. Son muchas las cartas que se recibían tanto de la Prefectura de Osuna como del acuartelamiento rondeño, donde en gran parte de ellas se requerían cantidades de dinero, pero sobre todo víveres para las tropas francesas (carne, aguardiente, grano, colchones de sayo…). Reder Gadow (2007, 392) recoge como el Cabildo de Ronda, en Acta Capitular de 27 de marzo de 1810 reclama a los pueblos de alrededor diferentes cantidades de dinero en calidad de préstamo para acondicionar la ciudad a las tropas francesas, correspondiéndole a la localidad tebeña una cantidad de 15000 reales.
Una de las prioridades del ejército francés fue restituir el discurrir de la vida normal en las plazas que iban tomando. Pero el caso de Teba debió tener un problema en lo que a la tierra se refiere. En un documento traspapelado en el Libro de Órdenes de 1811 aparece la relación de fanegas destinadas a cada cultivo, y aquellas que se habían quedado sin sembrar tanto en Teba como en las pueblas de Almargen y Peñarrubia, siendo curioso que aparezca una nota en la que se recoge la falta de “colonos” para trabajar la tierra. Este dato nos puede dar una pista de la posible huída de la población con la llegada de los franceses, provocando un vacío de tierras de cultivos.
Protagonismo importante en el devenir de la Guerra de la Independencia en estos años lo tuvieron las guerrillas que actuaban contra el ejército francés, destacando las escaramuzas en la zona de Axarquía y la Serranía de Ronda. Sin lugar a dudas, estos ataque tuvieron que sucederse en tierras tebeñas, contando con el testimonio que recoge Escalante Jiménez en unas notas en su obra “Los Escribanos en Antequera”, donde se refleja que Francisco de Roa, escribano y guerrillero de Antequera, atacó la guarnición de Teba el 14 de marzo de 1810 consiguiendo 44 prisioneros y muchas bajas.
En cuanto a la presencia del ejército francés en Teba, la tenemos bien constatada en el Castillo de la Estrella, tal y como recogen Martínez Enamorado, García Alfonso y Morgado Rodríguez (2000), quienes defienden que la ocupación francesa en el siglo XIX produjo un gran deterioro estructural de este recinto, abriendo las grandes roturas de los lienzos de muralla visibles en la actualidad…
La retirada francesa de nuestras tierras está directamente relacionada con la victoria patriótica de Arapiles a finales de agosto de 1812, suceso que provocó la retirada del ejército francés de nuestras tierras, pero no sin que antes se librasen numerosas refriegas entre ambos bandos en diferentes zonas de la provincia (Reder Gadow, 2008, 204)
La prueba documental más esclarecedora de la presencia francesa en el Castillo de la Estrella es el inventario realizado el 2 de septiembre de 1812 por D. Celestino Sánchez Palomo de los bienes dejados en la misma fortaleza tras la huída de las tropas francesas( 3). En este inventario se recogen desde víveres, como trigo y cebada, hasta tableros, puertas de calabozo o puertas de iglesia claveteadas.
El fin de la Guerra de la Independencia en Teba supone la vuelta al estado imperante anterior a este suceso bélico, que supuso un mero paréntesis en el devenir histórico de la localidad tebeña y sus pueblas de Almargen y Peñarrubia. No tenemos datos de si hubo represalias o no, o si bien aquellas personas afrancesadas optaron por el exilio y la marcha tras las tropas del ejército francés. De lo que si tenemos prueba, en ese mismo documento que recoge el inventario de bienes dejados por los franceses tras la huída, es de los nombres que volvieron a copar los altos cargos del poder tebeño. En este documento volvemos a ver plasmadas las firmas de un corregidor llamado Fernando de la Hinojosa y dos alcaldes, Florencio Hinojosa y Pedro Pérez. De esta manera, observamos como la familia Hinojosa, después de ese paréntesis que había supuesto la Guerra de la Independencia, volvía a copar las altas esferas de la sociedad tebeña.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo Histórico Municipal de Teba.
I. CASTELLS y A. MOLINER (2000): Crisis del Antiguo Régimen y Revolución Liberal en España (1789-1845), Ariel Practicum, Barcelona.
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E. DE DIEGO GARCÍA (2008): España, el Infierno de Napoleón, La esfera de los libros, Madrid.
Á. LARIO GONZÁLEZ (ed.) (2010): Historia Contemporánea Universal. Del surgimientos del Estado contemporáneo a la Primera Guerra Mundial, Alianza Editorial, Madrid.
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M. REDER GADOW (2007): “Vida cotidiana en Ronda durante la Guerra de la Independencia (1810-1812)”, Baetica, 29, pp. 385-412.
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V. MARTÍNEZ ENAMORADO, E. GARCÍA ALFONSO y A. MORGADO RODRÍGUEZ (2000): “Intervención Arqueológica de Urgencia en el Recinto Fortaleza del Castillo de la Estrella”, Anuario Arqueológico de Andalucía, 2000, pp. 874-882.
1. Son los casos del los Fueros de Navarra y el País Vasco.
2. Archivo Histórico Municipal de Teba (en adelante AHMT), libro de actas capitulares de 1804.