Nuestro Primer Turista (Por Juan Fuentes Guerrero)

15/08/2010

*El presente texto, escrito por el tesorero de Hisn Atiba; Juan Fuentes Guerrero, fue editado en el Libro de la Feria de agosto de 2010 y trata sobre Lord Alastair Boyd y las andanzas por Teba y sus alrededores que dicho autor llevó a cabo en los años sesenta del pasado siglo.

Sin duda son muchos los personajes celebres que han pasado por Teba a través de los siglos de historia que atesora nuestro pueblo y que todos conocemos como Sir James Douglas, Miguel de Cervantes, Eugenia de Montijo o Pablo Iglesias entre otros muchos.  En cambio hay figuras que son menos afamadas pero no por ello dejan de ser menos interesantes para el conocimiento de nuestra propia historia.
Desde hace algún tiempo quería dar a conocer la vida y obra de un escritor inglés afincado en Ronda en los años cincuenta y que visito nuestro pueblo en 1965 a lomos de su caballo dejando constancia de su visita en su obra “ De Ronda a Las Alpujarras”.

Este caballero inglés se llamaba Alastair Boyd y pudo ser uno de los primeros “turistas” que llegaron a Teba en la década en que comenzaba en España la llegada masiva de extranjeros buscando el sol. Por ello he querido titular esta historia “Nuestro primer turista” porque seguramente para los tebeños de aquella época era solo eso: “un turista”. Sin embargo más que hacer turismo como tal nuestro personaje se preocupaba por conocer nuestras tierras desde otra perspectiva. Él viajaba para saber como eran, como vivían y que pensaban las gentes de los pueblos por los que pasaba cuando todavia apenas nadie en ellos sabía nada de “suecas en las playas” y seguían fieles a sus costumbres, debido en parte a las graves carencias que existían y con las que la mayoría de sus habitantes tenían que convivir. Así lo refleja el autor en las obras que escribió sobre España sabiendo plasmar de forma admirable la realidad de este país hace 50 años y donde algunos de los que sustentaban el poder en aquellos años no salen muy bien parados. Creo que Mister Boyd, como era conocido en todos los pueblos de la Comarca de Ronda, fue uno de los últimos viajeros románticos que se paseó por Andalucía.

Alastair Boyd nació en 1927. Fue educado en varios colegios como el de Cambridge. En 1957 llega a Ronda con su mujer y abren una escuela de idiomas. Por aquel entonces vivían junto a dos caballos en la Casa de Mondragón donde actualmente se ubica el Museo Arqueológico. Desde aquí  comenzarían a realizar continuos paseos en sus monturas para conocer las sierras de alrededor. Tras la muerte de su padre en 1975 heredó el titulo nobiliario de Lord Kilmarnock y serviría en la Cámara de los Lores del Parlamento Británico durante más de 20 años, primero como portavoz del Partido Socialdemócrata  y después como independiente.

Esta independencia es quizás la que le movió en los últimos años a “movilizarse” como defensor del Medio Ambiente en la Serranía de Ronda. Protagonizó la lucha por la recuperación de los ríos Guadalevín y Guadiaro, llegando incluso al Parlamento Europeo. Luchó también contra el proyecto que se quiere hacer en Los Merinos. Siendo una de las victimas con la que más se ensañaron los promotores por unas declaraciones que hizo a la prensa inglesa sobre este asunto. A pesar de ser todo un Lord inglés su pasión por estas tierras le motivó a pasar los últimos años de su vida de forma humilde y sencilla en La Indiana, cerca de la Ciudad del Tajo.

  

  

-Vista de Teba en el año 1965-

De Ronda a Las Alpujarras, Viajes a caballo en los sesenta por el Sur de España, es ante todo un libro de viajes. Pero también es un magnifico relato sobre sus compañeros de estas expediciones: los caballos. El amor y cariño que Mister Boyd dispensaba hacia estos bellos animales se palpa en cada página y son sin duda los otros protagonistas de esta aventura en un tiempo en el cual todavía se podía cruzar casi toda nuestra Comunidad Andaluza sin pisar nada de asfalto; pernoctando en ventas y posadas que seguían estando acondicionadas para jinetes y corceles.
Además este libro nos hace una excelente descripción de la sociedad de aquellos años en una pequeña ciudad como Ronda, que no era más que el fiel reflejo de cómo se vivía en otros lugares. Muchos son los pueblos y parajes que se encuentran en sus páginas: Cañete La Real, Cuevas del Becerro, Ortegicar, Serrato, Arriate, Alcalá del Valle, por nombrar algunos de los más cercanos a nosotros, aunque sin duda para el que escribe las más celebradas son en las que se habla de nuestro pueblo: Teba. Nos cuenta entre otras cosas, la toma del Castillo y la historia de Sir James Douglas en unos  años en los que seguramente nadie en el pueblo sabía nada de este personaje escocés. Pero también nos habla de algunas de sus gentes: el Herrador, el “maestro” Talabartero (que hizo las veces de “guía turístico”), un Campesino sin tierra, el Bar-tienda de Isidoro, un Lotero manco, el Secretario del Ayuntamiento, y hasta Diego el de La Justa, vuelven a cobrar vida en nuestras mentes gracias a la pluma de este escritor que desgraciadamente nos dejo el año pasado.
Sirvan estas palabras como agradecimiento de un tebeño que con ellas solo pretende honrar la memoria de un gran luchador por la defensa del Patrimonio Natural de nuestro entorno y  para que su lucha nos sirva de ejemplo para entender que es tarea de todos seguir conservándolo para el futuro.

Os dejo con algunos fragmentos del libro en los que aparece Teba y  con la frase con la que el amigo Alastair Boyd lo termina …- ¡Todo hombre necesita su sierra!.
                                                                    
                                                                       
                                                               Juan Fuentes Guerrero.
                                                               Asociación Hisn Atiba.

-Última edición del libro de Alastair Boyd-

“Tras un decente almuerzo en la posada (donde no había televisión para variar) llevé a Babieca, o Babi, como terminé llamándolo, a que le ajustaran una herradura suelta…
………

Después de esto me senté en una mesa de la taberna a escribir mis notas, donde me quedé bebiendo y escribiendo más de una hora hasta que llegó el talabartero. Este hombre, que hacia arneses y al que había conocido en la herrería, traía mi brida, que le había dejado para una pequeña reparación. De inmediato me llevó al mostrador del bar. El camarero sonrió animosamente y dijo:
-¡Así que por fin ha superado el miedo hacia nosotros!
El talabartero intento venderme una silla de montar. Otro hombre me estuvo hablando sobre los precios de los caballos...
………

Un campesino que no poseía ninguna tierra me dijo que su único capital consistía en sus dos brazos y sus hijos, pero tenia muy poca confianza en que ellos lo mantuvieran en su vejez. Hoy en día, los jóvenes emigran en busca de trabajo y cuando regresan se casan y cada uno sigue su propio camino....
………

Cuando me giré hacia el talabartero, éste estaba hablando con un individuo atípico a quien todos parecían conocer muy bien. Con ojos brillantes, ingenioso, de unos sesenta años, le faltaba el brazo derecho y una cicatriz pendenciera le mordía  el lado derecho de su cara desfigurándole la boca y la mejilla. A pesar de ello tenía una sonrisa muy agradable. Tras dos o tres copas con nosotros sacó un montoncito de papeles, no más grandes que los de liar cigarros, cogidos con una gomilla. Cada papel estaba cuidadosamente numerado a mano y nos dio cinco a cada uno. El talabartero le dio un “duro” (cinco pesetas)....
-¿Para que es esto?- le pregunté en voz baja al talabartero.
-Es para ayudarle.
-¿Qué quiere decir?
-Es una lotería privada. Cada día distribuye suficientes números para llevarse, digamos, unas doscientas cincuenta pesetas, y cada día entrega un premio de cien. Esto le dejará ciento cincuenta para vivir.
-¿Es esta una práctica común?
-En esta región hay uno o dos más que hacen lo mismo, pero este hombre es el más conocido y el que mejor vive.
El hombre en cuestión nos observaba con simpatía.
-Desde que estoy incapacitado lo hago. Mis hijos e hijas están casados. Mi esposa y yo estamos solos. Esto es suficiente.
-Si tiene tanto éxito con un solo brazo, habría sido un fenómeno con los dos – le dije.
En España la gente no se molesta con comentarios así, de hecho disfruta con las observaciones personales.
………

Otro ejemplo de esta actitud ocurrió más tarde. Mi acompañante el talabartero me llevó al bar-tienda de un tal Isidoro. Es un lugar diminuto. Puedes hacer tus compras y consumir bebidas en el mismo mostrador. El establecimiento tiene cabida para un máximo de ocho o nueve personas, incluyendo a un par al otro lado del mostrador. Isidoro nos sirvió una bebida y una “ tapa” (una pequeña ración de comida para acompañar la consumición, lo cual es costumbre en la mayor parte de Andalucía) y después nos dejó su delantal para limpiarnos las manos. Cuando entramos, los que allí se encontraban nos dejaron un espacio para nosotros con mucha amabilidad. En una esquina había un hombre ciego, Pepe, al que invitaban a beber y le encendían los cigarros (aunque no le perdonaban que él también invitara a una ronda de cuando en cuando), y en el otro extremo un hombre cojo, que vendía billetes de Lotería Nacional. En un lugar privilegiado detrás del mostrador se encontraba un hombre extraordinariamente alto, de cara aplastada y con un abrigo de falsa vicuña, que resultó ser el secretario del Ayuntamiento, un norteño de Aragón destinado en Teba. Tras varias copas y unos tacos de jamón curado se limpió las manos alegremente en el delantal del tabernero y dijo con una sonrisa irónica:
-Bien, ésta es una reunión agradable: un ciego, un cojo y un feo –con lo que, presumiblemente, lo de feo iba dirigido a si mismo. Esto fue acogido con risas cómplices por parte de todos los que formaban la compañía, sin excluir a los afectados, que reían tan de buena gana como el resto.
………

Al día siguiente fui despertado a las ocho de la mañana por un murmullo persistente de parloteo humano como el de una gran fiesta. Me asomé a la ventana y vi a unos doscientos  hombres con trajes de tela vaquera y gorros o boinas negras típicos de los trabajadores españoles. Todos fumaban y hablaban bajo el sol de la mañana. Un hombre, para variar, llevaba una gorra de la Legión. Diez minutos más tarde habían desaparecido todos y reinaba un silencio total.
-¿Por qué había tantos hombres en la plaza esta mañana? -le pregunté al posadero cuando finalmente apareció-. Se me había ocurrido que quizá estaban esperando a que los contrataran. Pero estuvieron tampoco tiempo y se dispersaron tan repentinamente que esto parecía poco probable.
-Los hombres que van  a trabajar al campo se reúnen ahí cada mañana por costumbre para fumar un cigarrillo –me dijo el patrón-. Después cada uno se va por su camino. O, si hay cuatro o cinco que van al mismo lugar, se van juntos.

-Alastair Boyd a caballo-

-¿Le ha gustado este pueblo más que Cañete?- me preguntó con inquietud.
-Si, no cabe duda. Es más limpio. Las calles están barridas. En Cañete la posada es deplorable. Todo está abandonado y sucio.
-¡Ah, Cañete! – dijo con desprecio.
-¿Por qué hay tanta diferencia? ¿Es que Teba es más rico?
-Es más grande – contestó.
-Hay mucho trigo alrededor –le dije yo.
-Sí, pero mucho pertenece a Cañete. Es una cuestión del Alcalde. Con un buen Alcalde habría barrenderos en las calles.
-Yo creo que es más que una cuestión del Alcalde –me aventuré a decir-. El pueblo debe colaborar.
-Si eso es cierto. Cañete tiene su carácter. Nosotros tenemos el nuestro. ¿Regresa a Ronda ya?.”
………

Extracto recogido del libro: “De Ronda a Las Alpujarras. Viaje en los sesenta por el Sur de España”. Autor: Alastair Boyd. Editorial La Serranía. Ronda 2007.

*Ver nota sobre derechos en Índice